Los viernes los dedicaré al cómix. Y nada mejor que empezar recorriendo la obra de uno de los guionistas y dibujantes a los que más respeto y admiro. Un tipo que ya hablaba en sus viñetas de temas como, por ejemplo, la eutanasia, cuando aquí todavía estábamos por desasnar (dejar de ser asnos). Un tipo cuya obra fue prohibida en Italia. Un puto genio en lo que a mí respecta. Y también un mito viviente. Miguel Ángel Martín. Y encima, aunque nos vemos de Pascua en Ramos, somos amigos. Es más: colaboramos juntos en mi libro Reza lo que sepas, poemario en que por sugerencia del propio Martín emplée una técnica que consistía en sustituir el último verso de algunos poemas por un dibujo o ilustración, una idea original que, por supuesto, fue sistemáticamente ignorada por la crítica.
Empiezo por Bitch: una grafiera intrépida que vive en un centro okupa. Y empiezo por Bich ya que considero que el grafiti es el arte más democrático que existe al poner al alcance de todos nosotros sus creaciones en muros, paredes, trenes y demás; aunque, todo hay que decirlo, muchos de ellos, de los grafiteros, ya empiezan a escribir en lienzos de cara al futuro: a los museos o galerías de arte, con lo que, a mi juicio, se pierde el espíritu esencial del movimiento grafitero. Pero nada más lejos de mi intención que reprochárselo: vivimos en una sociedad en que sigue más vigente que nunca aquello de Poderoso caballero es don dinero...
Y termino este post con una fotografía que me saqué con este auténtico crack el 3 de octubre de 2008 en Barcelona, cuando yo llevaba todavía el pelo largo y aún me llamaba David González, y no David de San Andrés:
El próximo viernes más...
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