Me llama la atención, siempre que leo un poema carcelario de David de San Andrés, como nos traslada sin esfuerzo, al mundo de la delincuencia. La suavidad, a pesar del lenguaje, desconocido pero accesible gracias al contexto, con que nos lleva de la mano y nos muestra, esa cara de la realidad, que se nos es ocultada sistemáticamente. No hay desvergüenza sino sinceridad, en estos poemas, duros,desprovistos de adornos, insoportablemente claros, que desnudan o mejor dicho, descarnan al delincuente y dejan sólo su alma ante nuestras bocas, que se van abriendo de asombro mientras avanzamos, con los ojos como platos en su lectura.
el cristo de los faroles
ResponderEliminarMe llama la atención, siempre que leo un poema carcelario de David de San Andrés, como nos traslada sin esfuerzo, al mundo de la delincuencia. La suavidad, a pesar del lenguaje, desconocido pero accesible gracias al contexto, con que nos lleva de la mano y nos muestra, esa cara de la realidad, que se nos es ocultada sistemáticamente. No hay desvergüenza sino sinceridad, en estos poemas, duros,desprovistos de adornos, insoportablemente claros, que desnudan o mejor dicho, descarnan al delincuente y dejan sólo su alma ante nuestras bocas, que se van abriendo de asombro mientras avanzamos, con los ojos como platos en su lectura.
Gracias por tus palabras, paradós... Abrazo fuerte...
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