David González llama a las cosas por su nombre
Anónimo, el dolor son sólo cinco letras. Pero si le añades una mínima biografía, el dolor se hace hombre, se hace mujer. Es entonces cuando empieza a doler. Y mucho.
"Salpicadero" cuenta la historia de una infidelidad. A lo largo de un matrimonio para toda la vida, padre guarda en la guantera de su(s) coche(s) la foto de una mujer que no es madre. Esta anomalía deconstruye a padre en la mente del hijo: "me tengo por un hombre, / con todo lo que ello implica:/ así que puedo ponerme / en el lugar de padre". Tal vez por negarse a escalar las soberbias torres de la superioridad moral, el hijo no juzga a padre por su adulterio de pensamiento, fotografía y obra, sino por condenar a madre -toda humana, tan de carne y hueso- a competir con un sueño. Es el denominado David González plot twist: como en la vida misma, en esta poesía nada es lo que esperamos que sea. Que es precisamente lo que nos hace levantarnos cada mañana o abrir un libro: la expectativa de lo imprevisto, ese impecable oxímoron.
Y después está el dolor irrevocable: la muerte. Una de las falacias más complejas de desmontar en la teoría de los géneros literarios es la sinceridad de las elegías, y no porque sean de suyo insinceras, sino porque lo son de manera mediata: a través del arte como proceso de manipulación de la realidad. Un poema es siempre el producto de un cálculo, o no es un poema. Cuando intentas hacerle entender a alguien que "my father moved through dooms of love" es un artefacto diseñado por una mente pensante y no sólo un corazón sintiente, ese alguien suele mirarte como si acabases de profanar la tumba de e. e. cummings.
Ahora leo "TNT", y me siento avergonzada. Yo, que apunto con dedo acusatorio a chavales de veinte años porque creen en el sufrimiento de Miguel Hernández al querer llorando ser el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas; yo, sin embargo, tengo fe en el duelo de quien me dice: "yo lo único que sé / es que Musa solo tenía 42 años:/ Musa solo tenía 42 años joder: /42:/ y que quería escribir algo sobre ella: solo eso". Sospecho que tiene algo que ver con la forma directa, real, de expresarse. También con la repetición del número 42. Y, sobre todo, con la persona -impulsiva, efusiva, inmensamente viva- que David González ha resucitado en nuestra imaginación. Porque la teoría literaria puede ser convincente. Pero David González lo es más.
[continúa mañana, martes 17 de enero de 2012]
El libro, como ya he comentado, se puede adquirir, al precio de 10 euros, en la tienda de la editorial Origami: los ejemplares que se pidan de aquí al 27 de enero, llevarán una dedicatoria personal e intransferible:
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