En Charleville, en la fachada de la casa donde nació Arthur Rimbaud, encima de una especie de todo a cien, hay una placa que dice algo así: Arthur Rimbaud. Explorador y poeta... No Poeta y explorador, como sería lo más natural. Pero como podrás leer en estas Cartas abisinias, el genio francés fue un explorador de primera, que pisó tierras africanas en las que ningún blanco había puesto antes los pies, solo que él, a diferencia de otros famosos exploradores, lo hizo en compañía de caravanas de camellos cargados con toda clase de mercancías, lo que añadía a sus exploraciones un plus de peligrosidad. A mí, personalmente, me encantan estas cartas que Rimbaud le enviaba a su familia y a sus amigos, y con algunas de estas cartas, en el año 2003, en una especie de trance, escribí un poemario con 24 poemas: El hombre de las suelas de viento, del que ya hablaré aquí en su momento. En resumen: unas cartas muy recomendables para conocer al hombre que se ocultaba debajo del genio poético.
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